lunes, mayo 17, 2010

A donde se fue abril II

-Le gustaba caminar por las noches mientras los demás dormían en la inconsciencia del amanecer inmediato. Surcaba ilustraciones de países lejanos con brochas de 2 pulgadas hechas de mi cabello enredado. Cuando daban las siete y siete, siempre metía la cabeza donde ninguna otra cabía, buscaba un sitio distinto cada amanecer. Era entonces cuando gritaba hacia el infinito de la calentura cuánto amaba deslizarse por las ramas del ensueño vida.-

Otro Gato dobló a la esquina y no pudimos verlo más. Sin embargo sus palabras descubrieron ante los oídos sordos de mi anciano cuerpo un paradigma antiguo. Mi mano solía contarme cuando niña de él. Se supone que cada uno tiene un cada cuál para cada cosa, como si todos tuviésemos un lugar en el plato del porvenir, uno de paladar muy fino.

Hay mañanas como ésta en que quisiera volver a la Casa Grande, caminar con el Gato en las madrugadas húmedas con el amanecer a cuestas. La salamandra no volvió a brillar después de que se fuera Otro Gato, Julia nunca supo dónde la ocultábamos.

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Libélulas tornasol

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